jueves, 17 de noviembre de 2011

Hoy vengo a hablar de mi libro (II)

Hoy soy yo el que presenta libro. Se titula El Papado y la Guerra de Sucesión española y es el resultado de años de trabajo en archivos de Madrid, Roma y Viena. Lo acaba de publicar la editorial Marcial Pons.

En sus páginas estudio las relaciones del papa Clemente XI (1700-1721) con los dos rivales en la lucha por la corona de España, el duque de Anjou –para unos, Felipe V- y el Archiduque –para otros, Carlos III-. En la introducción comento que la frontera que separa el poder terrenal del espiritual ha sido casi siempre para el Papado borrosa y permeable, y es precisamente esa delgada línea lo que me ha llevado a ocuparme de la política internacional de la Santa Sede en un periodo especialmente conflictivo en el Occidente Católico. Al fin y al cabo, es un trabajo que pretende indagar en el choque que se produjo entre la Santa Sede, preocupada por recuperar la centralidad que el factor religioso había ido perdiendo en el siglo XVII, y los intereses de los grandes poderes de Europa con la Guerra de Sucesión como telón de fondo. Quizás se explique mejor en la contraportada:

Al término de la Guerra de los Treinta Años, la Santa Sede sufrió una profunda crisis que acabó con la centralidad que hasta entonces había disfrutado en la escena política internacional. En los tratados de paz que siguieron al conflicto la razón de Estado se impuso al factor religioso como base de la negociación diplomática y el ideal católico del Papado como eje director de Europa quedó relegado a un segundo plano. No fue hasta 1700 en que la crisis dinástica de la Monarquía de España brindó al papa Clemente XI la posibilidad de revertir esta situación y convertirse en Padre Común en una contienda en la que sus «hijos», tanto el archiduque Carlos como Felipe V, procuraban su reconocimiento para convertirse en el verdadero «Rey Católico». Esta obra indaga en las razones del fracaso de la empresa pontificia en la Guerra de Sucesión española y demuestra el creciente distanciamiento entre los postulados de la Sede Apostólica y los de una Europa en la que la religión estaba cada vez más lejos de ser un elemento determinante en el orden internacional.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Que me busquen en la Academia

Hace no mucho descubrí una red social pensada especialmente para el mundo académico y de la investigación. Se llama academia.edu. No se trata de hacer propaganda de un portal (no es el facebook o el twitter de turno), pero creo que, al igual que lo es para mí, puede ser útil para muchas de las personas que pasan por la Historioteca. Digamos que es una especie de dialnet, ese  repositorio que recoge libros, colaboraciones en obras colectivas y artículos, o un google scholar, con los que quizás muchos de vosotros estéis familiarizados, pero personalizado. Es decir, que no hay un encargado de localizar tus publicaciones para ponerlas a disposición de la red sino que eres tú mismo quien tiene que subir sus trabajos para, digamoslo así, "venderse". Es ahí donde, en mi opinión, está lo bueno del sitio.

Al fin y al cabo, en nuestras carreras de lo que se trata es de dar difusión a la producción científica que con los años vamos acumulando y que muchas veces queda olvidada en la estantería de la biblioteca de la facultad, bien porque la revista que nos lo ha publicado no tiene una buena difusión o porque simplemente no llega a donde nosotros queríamos que llegase. No digo yo que no sea bueno pasearse por los congresos cargados de separatas que se van repartiendo en plan buitre, pero a lo mejor esto es más sutil.

Con Academia. edu, y eso que he empezado hace poco a utilizarlo, yo me aseguro de que buena parte de mi producción -aún tengo que dedicarle un rato- esté disponible en cualquier parte del mundo y que, quizás, alguien de California, de Perú o de Corea que esté interesado en los temas que yo trabajo, pueda conocerme, con todo lo bueno y lo malo que eso acarrea. Dejando a un lado lo negativo, que siempre hay locos en todos los foros, bien puede servir para que me llamen para una conferencia, para escribir una colaboración o simple y llanamente para que me citen. Lo cual ya es mucho. Siempre he oído decir que la historiografía española, pese a los esfuerzos para su internacionalización, es en muchos países una gran desconocida. Démosles, pues, una oportunidad para que nos conozcan.